martes, 4 de agosto de 2009

Saramago no sabe leer



El 21 de junio, el dramaturgo Alfonso Sastre publicó estas palabras en el diario Gara:

    ¿Es verdad, en fin, que ustedes no se han dado cuenta todavía de que la solución de este conflicto, que tantos dolores acarrea, está en la posibilidad de una negociación? ¿A qué medios «más contundentes» se refiere usted, señor López? ¿Va a seguir detrás de las ideas gasógenas de ese pobre tipo del PP al que antes he citado? De ser así, Dios nos coja confesados, porque nos esperarían y amenazarían tiempos de mucho dolor en lugar de la paz, que nunca se conseguirá, evidentemente, si lo que deciden ustedes es aniquilar a una parte mayor o menor de nosotros.

Inmediatamente, la corte mediática de gobierno y oposición se arrojaron a su cruzada contra unas fantasmagóricas amenazas que, por lo visto, todos los partidos veían en estas palabras.

El problema es que estas palabras están escritas en un sistema de comunicación llamado lengua castellana. Dicho sistema comunicativo consta de determinadas pautas estructurales que son las que facilitan, por ejemplo, que si pedimos un tenedor nos den un tenedor, y no un cuchillo.

Desde el punto de vista de la ciencia lingüística, la inexistencia de la menor amenaza es completamente objetiva. De hecho, el emisor del mensaje expresa justamente lo contrario: que se siente amenazado. Las marcas pronominales (“que dios nos coja confesados”, “nos esperarían y amenazarían tiempos de mucho dolor”, “si lo que deciden ustedes es aniquilar a una parte mayor o menor de nosotros”) así lo explicitan.

A menos que estos políticos y periodistas (si es que se les puede llamar así) hayan revolucionado de súbito los fundamentos de la lingüística moderna, Patxi López y Carlos Iturgáiz, en tanto que sujetos omitidos, son quienes amenazan, y Sastre, sustituido por un pronombre de complemento indirecto, quien se siente amenazado.

No hay amenaza en el mensaje ni en el código. En cuanto al canal, es un periódico. De tratarse de una conversación cara a cara, podría pensarse que existían determinados rasgos pragmáticos y contextuales mediante los cuales Sastre estaba dando a entender algo implícito pero subyacente al código. Por ejemplo, ponerte una pistola en la cabeza y decirte “me caes muy bien”.

Dado, sin embargo, que estamos ante un texto escrito, no existe la menor influencia del lenguaje corporal; por tanto, cabe deducir que este lenguaje corporal, o la pistola en la cabeza de la anterior metáfora, han sido incorporados por la mentalidad malpensada, maniqueísta y ridícula de estos periodistas y politicuchos.

Carlos Iturgáiz (europarlamentario del PP) dijo que a los Iniciativa Internacionalista había que “fumigarnos”. Rosa Díez dijo que no somos seres humanos, sino “garrapatas”. El diario El País, vocero del PSOE, dijo que eran amenazas y, además, amenazas no de Sastre, sino de toda Iniciativa Internacionalista; y Patxi López, por su parte, avanzó la inminencia de “medios más contundentes” contra nosotros.

¿Quiénes son los que amenazan? ¿Quiénes los que se sienten amenazados?

Sin embargo, lo más triste de todo ha sido leer las palabras del escritor y militante “comunista” (léase revisionista) José Saramago:

    Alfonso Sastre acaba de publicar en el periódico vasco Gara un artículo amenazador en que habla de “tiempos de mucho dolor en lugar de paz”, al mismo tiempo que justifica los atentados como parte de un “conflicto político”, añadiendo que más atentados habrá si no se abre una negociación política con ETA. Casi no acredito en lo que leo. No fue Sastre quien fijó la bomba en el coche de Eduardo Puelles, pero lo que no esperaba era verlo como valedor de asesinos.

Triste sociedad ésta en la que ni los Premio Nobel de literatura saben ya leer. Sólo permutando vergonzosamente el sujeto por el complemente indirecto podría existir alguna amenaza en las palabras de Alfonso Sastre. Tan grosera falacia, sin embargo, sería y es evidente para cualquier persona mínimamente crítica, despierta o que sencillamente sepa leer en castellano.

Sin embargo, ¿cómo extrañarse? Hace unos años, Saramago visitó al terrorista de Estado colombiano Álvaro Uribe y dijo que antes las FARC eran comunistas, pero ahora son terroristas. El problema, don José, es que las FARC siguen haciendo exactamente lo mismo que hace dos décadas. El que ha cambiado es usted.

¿Cómo extrañarse? Los supuestos comunistas de este país, en lugar de aliarse a otros comunistas como nosotros, se alían a un partido procapitalista como el PSOE (véanse los “pactos globales” para compartir alcaldías) o a la burocracia sindical entreguista de Comisiones Obreras, además de obligar a sus concejales más combativos a que nos retiren los avales (sólo a nosotros, a IzAn por ejemplo pudieron avalarlos sin problemas), so pena de expulsión. ¿Por qué no mejor expulsar a los notorios anticomunistas que los lideran, como su único parlamentario (Llamazares) y su secretario general (Frutos)?

Otra de las maravillas que ha dicho el señor Saramago esta década es que el sendero que le unía a la revolución cubana había concluido y que, a partir de ese momento, cada cual seguiría su camino.

La verdad, don José, es que me alivia saberlo.




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