jueves, 11 de noviembre de 2010

Los jóvenes no están, pero se les espera

Los jóvenes no están, pero se les espera


Editorial inSurGente.

Una visión complaciente con la juventd de aquí y de ahora, nos llevaría a solidarizarnos con su situación. Tienen enormes problemas de tipo laboral, económico, generacional..., y nos son pocos los que se hunden en una especie de depresión urbana, latente y permanente.

Es cierto que las condiciones para los jóvenes son especialmente malas en este momento, por cierto, como en casi todos los momentos de la historia de este país. Pero es por ello, que no acertamos a interpretar la nula capacidad de respuesta que enseñan. Una tasa de desempleo del 32% -en algunas regiones roza el 50%-, unos índices de temporalidad del 44%, sueldos basura que impiden independizarse, estudios y cursos terminados que no pueden utilizar en un empleo, el mileurismo como meta suprema, etc, es una realidad demasiado agresiva para quedarse con los brazos cruzados, esto es, en casa esperando que el viento amaine.

Es preocupante la pasividad social, el miedo a la rebeldía que enseña la generación, que desde el sistema ya llaman, de un modo simple y despectivo, "perdida". Hay argumentos y razones para tomar las calles de un modo organizado y combativo, no hacerlo es un triunfo de los responsables del régimen, de los que sonríen cada día que pasa sin respuesta, de los que celebran que el ocio sea la única razón para agruparse.

Nos negamos a creer lo que decía Juan Carlos Escudier en un artículo hace unos días en Público, hablando de la juventud: "Vacunado contra cualquier tentación de rebelarse, el mocerío padece una prematura senilidad. Le resbala la reforma laboral, el retraso en la edad de jubilación o las estratosféricas cifras del paro. Las generalizaciones siempre son injustas pero esta caída de brazos sugiere que las expectativas juveniles de hoy se centran en poder heredar mañana. De luchar, lo harían contra el impuesto de Sucesiones que, para colmo, prácticamente se ha eliminado", porque de ser cierto algo de lo que dice, estaríamos ante una generación muy conservadora que podría tolerar o abrirle las puertas a fascistas maquillados de salvadores.

Es obvio que la inmensa mayoría de los jóvenes no está en barricadas de lucha por una sociedad diferente a la capitalista. Qué tiene que ocurrir para que acudan, cómo debe ser el trabajo político de las organizaciones revolucionarias para que miles de jóvenes se comprometan, son quizás los grandes desafíos de este presente nebuloso.

Planteamos esta inquietud a algunos jóvenes hace unos días, y no atinaron a responder, al cabo de un rato uno comentó que tenía prisa, que había quedado con los colegas para hablar... en twenti. No preguntamos sobre qué.

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